La mayor parte de los problemas que amenazan hoy día al planeta tienen su origen en la falta de respeto. La frustración existente a todos los niveles impide la cooperación necesaria a la hora de solucionar numerosas dificultades.
En la Edad Media, el respeto estaba restringido a la clase alta, se consideraba que sirvientes y artesanos no merecían respeto. La Revolución Francesa acabó en 1789 con esta discriminación mediante La Declaración de los Derechos Humanos, basada en la libertad y la igualdad de todo individuo ante la ley y, por lo tanto, todos merecen el mismo respeto independientemente de su posición social. Se ha de decir que este paquete de medidas no incluía al género femenino.
De todas formas, tardó bastantes años hasta que el ciudadano pudo, por fin, hacer valer su derecho a ser respetado. La Segunda Guerra Mundial sirvió de escarmiento, la gente ya no estaba dispuesta a dejarse manipular ni a pelearse o malgastar su vida por asuntos que no le aportaban nada más que frustración y miseria. El Movimiento Hippie era la oposición a la imposición del Estado. Trabajar de sol a sol por un salario ridículo no entraba en los planes de la nueva sociedad. ¡Vaya falta de respeto!
En los años sesenta y setenta del siglo XX se impuso el respeto a la clase trabajadora y también la mujer impuso su derecho a ser respetada de igual manera que un hombre. Esto dio lugar a un enorme progreso en todos los sectores de la sociedad. Se reinventó la economía, la ciencia, la música, el arte, la moda y la cultura. Por doquier proliferaba una creatividad desconocida hasta el momento y el bienestar que se fue expandiendo por todas las capas sociales culminó en la década de los ochenta.
A principios de los noventa se comenzó a recortar los derechos del ciudadano con la táctica del jamón ―lonchita a lonchita― y, cuando nos dimos cuenta, solo quedaba el hueso. El pueblo se siente de nuevo traicionado y manipulado. Esto provoca miedo, impotencia y desconfianza. El individuo percibe que no puede confiar en nadie y teme ser engañado de nuevo, por consiguiente, ha perdido todo respeto por los demás y defiende solo sus propios intereses, lo cual es muy legítimo. Sin embargo, no debemos olvidar que algunos intereses individuales se consiguen únicamente gracias a la colaboración de otras personas. Los problemas que acucian a la sociedad hoy día no se solucionan porque no se respetan los acuerdos ni los derechos de las personas. Estos problemas solo se pueden solucionar si cooperamos todos y, donde no hay confianza, no puede existir respeto ni solidaridad.
¿Qué hacer en contra de esta tendencia?
Habla cara a cara con tus compañeros, sin necesidad de registrate en una plataforma que te escanea con intención de domesticarte. Conoce a tus vecinos, participa activamente en la vida del barrio, organiza reuniones periódicas con la comunidad a fin de mejorar en conjunto la calidad de vida en la zona: Ahorro de energía, plantar un huerto, proteger la naturaleza alrededor, etc. Respétate tú en primer lugar, traslada este respeto a la vida alrededor. Incita a los demás a seguir tu ejemplo, ayudalos a comprender lo importante que esto es para conservar la vida en nuestro planeta, el único que ofrece esta oportunidad a cientos de años luz a la redonda. Si no te hacen caso, respeta su opinión y no intentes convencerlos. Cuando ellos se den cuenta, ya vendrán a preguntarte.
En Viena ―la capital que casi cada año consigue el primer puesto en el índice de ciudades con «Mejor Calidad de vida» (Global Liveability Index)― existen desde hace ya tiempo proyectos comunales de los que se aprovechan las tres generaciones. Los mayores se ocupan de los pequeños, mientras los padres trabajan y, a cambio, los padres se encargan de las tareas domésticas de los mayores. Los mayores se sienten valorados y queridos, los padres trabajan con tranquilidad porque saben que sus hijos están en buenas manos. Algunas comunidades compran alimentos de larga duración en conjunto, por lo que ahorran al comprar grandes cantidades. Otras han instalado un sistema de energía renovable que almacenan y gestionan ellos mismo en común. Esta importante inversión es rentable solamente si se reparten los costes. Otras comunidades tienen un huerto que cuidan entre todos y la cosecha se reparte equitativamente; no es solo por el ahorro, el tiempo que pasan juntos en un proyecto común fortalece la relación entre las personas y el saber lo que comen repercute positivamente en la salud. Son situaciones win-win en las cuales todos ganan y esto se consigue solamente a base de respeto, responsabilidad, confianza y solidaridad de todos y cada uno de los participantes.
Ente todos lo conseguiremos.
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