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Inteligencia emocional como propuesta a los problemas actuales

CORTEGA • 8 de noviembre de 2024

Una nueva perspectiva hacia la sociedad del futuro

La capacidad de reconocer y comprender emociones ―tanto las propias como las ajenas― se llama Inteligencia Emocional y es una llave maestra en las relaciones interpersonales. La empatía, o sea, la facultad de asimilar el punto de vista del interlocutor promueve el diálogo abierto y este puede desbloquear numerosos conflictos que impiden el avance de la humanidad.


Aprender de la Naturaleza, es decir, acoplar las relaciones humanas a la interrelación ya existente en la Naturaleza e imitar el comportamiento de flora y fauna dentro de su hábitat. Conocer el funcionamiento de las bandadas de aves migratorias o de los bancos de sardinas, comprender cómo miles de individuos se mueven sincronizados ―como un solo cuerpo― de manera espontánea con el único fin de aunar fuerzas y realizar entre todos lo que uno solo nunca podría realizar. Se trata de supervivencia.


Sabiduría de la Naturaleza

El funcionamiento óptimo de un hormiguero o una colmena se basa en la buena comunicación entre sus miembros y en el sentido de responsabilidad de cada individuo. No existen jerarquías en un hormiguero; no obstante, si una hormiga está ocupada en la higiene del recinto y comprueba que entran pocas recolectoras, sale a buscar comida hasta que el almacén alcance el nivel estipulado. Este comportamiento atento y flexible lo llevan grabado en los genes.

Todo ser vivo está programado para perpetuar la especie y todo ser vivo evoluciona en la medida en que consigue reproducirse resolviendo nuevos retos. Esta adaptación se transmite a la siguiente generación, de forma que la especie se hace cada vez más resistente a los factores externos y tiene más probabilidades de sobrevivir. Esto explicaría la resistencia de virus a medicamentos o la mutación que sufren las plantas cuando cambian de hábitat.

Las plantas, tan indefensas como parecen debido a su inmovilidad, se sirven de recursos asombrosos a la hora de cumplir la misión de reproducirse. Los estudios al respecto han dado resultados increíbles: Una flor se desarrolla entre pedruscos a tres mil metros de altura, algo prácticamente imposible. Florece durante pocos días y, en ese corto espacio de tiempo, hace vibrar sus pétalos de forma que imiten el zumbido del insecto capaz de repartir su polen. Otra planta, cuando un gusano muerde sus hojas, emite un olor que atrae a un enemigo del gusano a fin de librarse de él. Otras plantas se avisan cuando merodea un colibrí por los alrededores. El colibrí se alimenta del néctar, pero no poliniza como lo hacen las abejas, por ello, las flores cierran sus pétalos al colibrí a fin de evitar el hurto del preciado néctar.

Los árboles en el bosque se asocian con los hongos y los utilizan de teléfono, de esta manera, pueden avisar a los compañeros más alejados de próximos peligros con tal de que tomen las medidas pertinentes y se salven.

Un ave migratoria sincroniza su vuelo con el de la bandada de manera simple; se concentra en imitar el movimiento del compañero que tiene delante. De esta forma puede volar cientos de kilómetros sin desfallecer. El mismo sistema utilizan los bancos de peces con tal de protegerse de los ataques de los peces voluminosos.


La inteligencia humana decrece

Si estos animales y estas plantas con una inteligencia mucho más simple que la del ser humano son capaces de utilizar refinadas tácticas de adaptación y defensa, la raza humana tendría que obtener mejores resultados. El caso es que no es así. Nosotros retrocedemos en nuestro proceso de evolución porque el nivel de inteligencia (IQ = Intelligence Quotient) se ha estabilizado o incluso mengua paulatinamente en algunos países.

Estudios sobre la evolución de la inteligencia humana en un contexto social dieron como resultado que el IQ aumentó de manera continuada hasta mediados de los años 90 del siglo XX. A partir de ahí, la capacidad de aprendizaje, de atención, abstracción o curiosidad ―características de personas inteligentes― se han estabilizado o han menguado en los últimos treinta años.

Algunos científicos opinan que la causa del retroceso del IQ es la falta de concentración. Otros científicos opinan que se debe a una reacción química del cuerpo: Explicado de forma simple, se trata de partículas venenosas diminutas que se introducen en el cuerpo humano a través de las vías respiratorias o al contacto con agua (algunos plásticos, cosméticos, fungicidas, medicamentos, etc.) y producen reacciones erróneas en un tipo de hormonas que influyen en el cerebro. Probablemente, este problema se pueda superar si logramos eliminar esas peligrosas partículas del aire, de los productos y del agua. En realidad, se ha comenzado ya, aunque muy tímidamente ―indican los expertos. De una manera u otra, parece ser que pasarán decenas de años hasta que el IQ vuelva a aumentar.


¿Existe relación entre el bajo IQ y los conflictos actuales?

Las pruebas son visibles, en la sociedad actual se multiplican los malentendidos porque cada grupo cree llevar razón en exclusiva y porque nadie escucha activamente al otro, es decir, con la intención de comprender lo que dice. La falta de entendimiento podría ser un efecto de esa reducción del IQ. No obstante, el EQ (Emotional Quotient) o inteligencia emocional es quizá la mejor solución a la hora de eliminar los conflictos resultantes de esa gran variedad de malentendidos. De hecho, características típicas de la inteligencia emocional tales como: empatía; atención; capacidad de comunicación; recapacitar antes de reaccionar; responsabilidad; honestidad; respeto; flexibilidad; capacidad de escuchar con atención; entender el punto de vista del interlocutor; etc. favorecen las relaciones interpersonales. Todas estas cualidades y habilidades se pueden aprender, desarrollar y aplicar con la intención de crear una sinergia similar a la de las aves migratorias y solucionar así entre todos los problemas que uno solo nunca solucionaría.


¿Qué puede hacer un individuo por el bien de la comunidad?

En primer lugar, todo individuo debe aspirar a satisfacer sus necesidades en conformidad con sus convicciones. Una vez consiga vivir en armonía consigo, puede transmitir esa armonía a familiares, amigos, compañeros y vecinos. Esto es fácil de decir, en realidad es un arduo trabajo de superación que lleva toda la vida; sin embargo, el influir positivamente en la interrelación social compensa mucho. El libro “Manejar el Día y No Morir de Cansancio”  te echa una mano. Siguiendo los ejemplos, podrás crear un método a tu medida y, lo más difícil, perseverar en el intento de conseguir tu bienestar emocional. También te muestra trucos en el arte de solventar problemas. Sobre todo, te enseña a ser feliz pese a los inconvenientes que nos depara el día a día. Además, te hace ver cómo algunos incidentes son en realidad un trampolín hacia tu estabilidad emocional.

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