La vida es un regalo que todo individuo recibe sin ningún tipo de compromiso. Algunos tardan más que otros en desenvolver el presente y examinar el contenido, pero, al final, todos lo consiguen. Reconocer ese regalo como propio y estudiar la personalidad que encierra ya es algo más complicado.
Conocerse a sí mismo
La personalidad es la combinación exclusiva de características físicas y psíquicas que definen a un individuo concreto. Por suerte, la personalidad no es estática, todo lo contrario. El individuo tiene la misión de descubrir lo que quiere hacer en su vida y, a raíz de este conocimiento, desarrollar las aptitudes y habilidades que le ayudarán a realizar sus aspiraciones. Conocerse a sí mismo es imprescindible a fin de tomar las decisiones adecuadas que le permitan disfrutar del regalo de la vida.
Realizar las aspiraciones suena a trabajo, paciencia, sacrificio, esfuerzo, tiempo, frustración; es decir, lo contrario de disfrutar. Por ello, algunos desisten antes de intentarlo, no se les ocurre buscar vías que les permitan autorrealizarse y, al mismo tiempo, disfrutar. El hecho de que un individuo no se interese por su vida indica que aún no se conoce lo suficiente y debe concentrarse en analizar el material disponible.
Habilidades hay múltiples y toda persona posee unas cuantas. Responsabilidad, motivación, puntualidad, discreción, solidaridad, creatividad, resistencia, iniciativa, voluntad, resiliencia, determinación, empatía, compañerismo, flexibilidad, capacidad de organización, de decisión, de comunicación, de comprensión, de concentración, de asimilación, de discurso, de análisis, de síntesis, de compromiso, de coordinación, de estructuración, etc.
Se ha de poner en claro que muchas personas no son capaces de reconocer sus habilidades; en cambio, aumentan sus defectos. Esto significa que no se evalúan correctamente y frenan su natural impulso de crecer. Dentro del desarrollo positivo de la personalidad es importante el reconocer las propias habilidades y perfeccionarlas. Los defectos se han de ignorar, así desaparecen con el tiempo.
También puede ocurrir que un individuo no se identifique con su personalidad por estar condicionado. Está demostrado que muchas personas adaptan su personalidad a los prejuicios y la opinión que su entorno social tiene sobre ellas, ya sea positivo o negativo. La persona reniega de su verdadera identidad y se comporta tal y como los demás la han catalogado. Si un niño está continuamente sometido a críticas, con toda probabilidad, desarrollará un complejo de inferioridad y tendrá numerosas dificultades en la vida por no reconocer sus habilidades.
Muchos talentos se pierden por falta de reconocimiento. Cuando un niño tiene talento para dibujar, pero los padres se empeñan en que sea futbolista, posiblemente el mundo perderá un gran artista y ganará un futbolista mediocre. Cuando un empleado comienza a trabajar en una empresa y el jefe siempre controla su trabajo, el empleado trabajará como le dicen y la empresa pierde un enorme potencial. En sentido contrario también funciona, o sea, convencer a una persona de un talento que en realidad no tiene. Sin embargo, la genialidad solo se consigue cuando el individuo da en el blanco y se decanta por hacer aquello para lo cual está perfectamente dotado; quiere decir, cuando se identifica por completo con su personalidad.
Por otra parte, algunas personas están convencidas de que se conocen bien y se identifican consigo; pero, en realidad, se engañan a sí mismas. La personalidad cambia a través de las impresiones que recibimos cada día, así pues, conocerse bien e identificarse con uno mismo requiere reflexión diaria. Recordar los acontecimientos del día y recapacitar sobre las huellas que han dejado en nuestra personalidad es una actividad ineludible. ¿Me ha molestado un comentario o la actitud de un colega? ¿Siento malestar por algo que no sé descifrar bien? ¿He hablado demasiado en una reunión? ¿He olvidado algo importante? La presentación ha quedado perfecta. Hoy he terminado todos los trabajos de la lista. He hecho nuevas amistades, parece que nos entenderemos bien.
Reflexionar sobre el aspecto positivo y el negativo del día requiere tiempo y energía, recursos agotados cuando nos toca a nosotros. ¡Es así!, la familia, los amigos, el deporte, la cena, etc. Todo tiene prioridad, es normal que dejemos lo más difícil para el final y, al final, nos asombramos cuando reaccionamos de manera incongruente, cuando nos dejamos dominar por las emociones, cuando no nos reconocemos en nuestro comportamiento. No nos identificamos con nosotros, nos hemos alejado sin darnos cuenta de nuestra verdadera personalidad, de lo más importante. De hecho, todo lo demás falla si nuestra personalidad se desbarajusta y se aleja de su núcleo. Si queremos funcionar bien en el trabajo, en las relaciones sociales y familiares, no nos queda más remedio que priorizar nuestra personalidad, conocernos bien e identificarnos con lo que verdaderamente somos. Por ello, debemos solucionar primero nuestros asuntos, conseguir equilibrio mental y luego, si queda tiempo, nos dedicaremos a lo que sea necesario.
Vivir en sociedad es una gran ventaja, pues en conjunto se consiguen cosas que un individuo solo nunca podría conseguir. Precisamente por esto, el equilibrio personal es de vital importancia para la sociedad. Una personalidad equilibrada se caracteriza por un profundo conocimiento de sí misma y por saber lo que puede hacer por la comunidad. Quien no sabe lo que es ni lo que quiere, difícilmente podrá hacer algo por la sociedad. No existe otra manera de vivir, de hecho, vivir es analizar, descubrir y realizar aquello que cada cual encierra en su interior: El regalo de la vida.
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